lunes, 30 de mayo de 2011

Sientes.

Hay días grises que parecen destinados al fracaso. Días en los que no sale el sol, y por las noches no hay estrellas. Días en los que, por más que lo intentas, no puedes dejar de darles vueltas a las cosas. Hasta que llega él. Y te abraza y quieres que ese abrazo no acabe nunca. Y te da la mano y te da igual hacia donde vayáis, que si estáis juntos, será perfecto. Quieres perderte en sus ojos verdes, en su sonrisa sincera. Quieres perder tus minutos y tus horas contado cada uno de los lunares de su cuerpo. Quieres naufragar en sus sábanas para que sea el quien te salve. Y notas que las preocupaciones siguen ahí, pero cada vez son menos importantes. Y te acaricia la mejilla. Y sientes que podrías parar el tiempo, y morirte viviendo en ese momento para siempre. Y le miras a los ojos otra vez y ya no encuentras motivos para no sonreír. Te dice que te quiere. Le abrazas, y le juras que tú más. Y es que a veces tienes la sensación de que te va a reventar el pecho, porque tanto sentimiento no es normal. Pero faltan las palabras adecuadas para expresarlo. A veces piensas que deberíais inventar otro idioma, porque este se os queda corto. Y te acuerdas de que estabas triste. Pero que más da, el mundo es menos gris si está a tu lado. Puede que siga siendo gris. Pero es el mismo gris de sus ojos cuando te miran sin que les dé el sol. El mismo gris que te quita el sueño, y a la vez te hace soñar. Y sonríes otra vez, porque te hace feliz. Porque si, puede haber mil cosas que no te gusten. Pero te gusta él por encima de todas. Y en momentos así, parece que no existe nada más. Se acerca a tus labios, notas su respiración. Recuerdas que estabas mal. Y piensas que te da igual si estas entre sus brazos. Que el mundo no puede ser tan malo si él esta a tu lado. Te besa. Y ahí acabas de morir de felicidad. Mientras sientes que algo explota dentro de ti, cierras los ojos y te abandonas.

martes, 24 de mayo de 2011

Soledad.

A su alrededor hay gente. Mucha gente. Y sin embargo Ella se siente sola. Es difícil de explicar lo que siente, la eterna búsqueda de esa mitad que no encuentra. La eterna (por desgracia) rutina de encontrar a alguien que parece serlo, que parece ser igual, pensar parecido, que parece entenderte. Tener miedo, ir despacito, por si pasa lo de siempre. Y al final pasa. Lo que parece perfecto acaba por desmoronarse. Un gesto, una palabra, una flaqueza. Algo que demuestra que en el fondo, sigue estando sola. Que nadie la entiende del todo. Y volverá a los días de teatro. A fingir que es normal y a intentar que no la duela no serlo. Y a fracasar en el intento. Y a llorar porque no encaja. Porque lo que otros consideran un don, para ella no lo es en absoluto. Y se cansa de abrir su corazón y de que nadie vea lo que hay. De que la gente no tome en serio lo que siente, porque no lo entiende. De sentir que este no es su mundo y no poder escapar. De cansarse de las voces, de las risas, del murmullo. De bailar al son de canciones que no son las suyas, de ocultar esa parte que quiere salir y no puede. Todo el mundo habla de ver las cosas un paso más allá. Ella lo hace. Y no la gusta. ¿De que sirve hacerlo si no tiene nadie con quien compartir lo que ve? Por eso la gusta callarse. Por eso prefiere escuchar. Para ver si tú también ves más allá de tu nariz. Y como últimamente no encuentra mucha gente, pues coge sus cosas y se va con su música a otra parte. Y le cuenta a las estrellas lo que sueña y se emborracha con el olor de la noche. Y cuando regresa ebria de poesía a su cama, cose un par de sueños rotos, y los cuelga en el techo, para que la cuiden. Para levantarse por la mañana y recordar que por muy despierta que este, debe seguir soñando. Que será un nuevo día, y que estará sola otra vez. Un día dejará de estarlo.
Pero mientras, sigue acostándose sola y llorando tinta.. hasta que se la seque el alma, y alguien la ofrezca un tintero.