Todos sabemos como acaba esto. Tú tal vez no. Pero yo sí. Porque no eres el primero ni serás, lamentablemente el último. Porque me conozco y sé que yo soy así. No soy animal de costumbres, aunque no podría vivir sin ellas. Pero me cansan. Me agobia levantarme cuando me dicen, y no cuando he dejado de tener sueño. No me gusta comer cuando no tengo hambre solo porque un reloj dice que es la hora. Soy caótica en todos y cada uno de los sentidos que puedas encontrarle a esa palabra. Nunca me gustaron las generalizaciones, porque no nos hacen justicia, ni a ti ni a mí. Tampoco me gustan las descripciones elogiosas. No soy perfecta. Ni muchísimo menos. Soy terriblemente cabezota, pero encontrarás en mí la compañera más fiel si logras mantener la emoción, y la motivación. Soy indecisa e insegura, pero te prometo que no dudaré en gritar por lo que creo, y que no dudaré en luchar si la causa merece la pena. Odio el orden en todas sus formas, y a la vez soy maniáticamente perfeccionista en algunas ocasiones. Puedo tirarme horas enteras delante de un papel imaginándome la película que los trazos de mi lápiz protagonizarían sobre él, y olvidarme del resto del mundo, que tras la puerta, grita y golpea la madera que me separa del mundo. Puedo quererte ahora, abrazarte y jurarte que eres mi vida, (y créeme que si lo digo será verdad), y mañana preferir verte de lejos, y evaluar la situación con calma. Seguir queriéndote, eso siempre, pero desde lejos, viendo las cosas con otra perspectiva. Puedo estar apagada hoy y que mañana sea el mejor día de mi vida. Y es que como dijo alguien a quien quiero, tardo 20 jodidos segundos en cambiar de estado de ánimo. Aunque suene tonto, puedo comerme una tableta de chocolate ahora, y aborrecerlo y sentir nauseas con sólo verlo mañana. Odio que mi corazón se anticipe a mi razón, y sin embargo amo dejarme llevar por mis impulsos, aunque luego me traigan de cabeza y me compliquen (aún más) esta mierda de vida que en el fondo adoro vivir. Y es que yo soy de esas que prefieren romper las cosas antes de que caigan por su propio peso, porque, no sé si lo entenderás, pero me cuesta menos recoger los añicos de mis destrozos, que recoger los de mi corazón cuando otros lo destrozan. Y si, tienes razón, a veces soy yo quien, movida por mi afán de destrucción, acabo con los demás. Pero hazme caso si te digo que me rompería mil veces la espalda antes que ver sufrir a la gente que quiero. Que por cada lágrima que vaya a llorar esa persona, yo me habré desangrado mil veces.
Pero se como soy. Sé que soy y genero caos. Allá dónde vaya. Y si te vienes, tendrá que ser con mis reglas. Con mis consecuencias. Esto puede salir bien, de momento, aún no es tarde. Sé que depende de mí. Pero también depende de ti. De si serás o no capaz de aceptarme tal cual soy. De si lograrás entender que si te digo que no me pasa nada, y los dos sabemos que miento, es porque no encuentro las palabras para explicarte que necesito mi espacio, pero eso no significa ni mucho menos que no quiero tenerte ahí. Sí, yo aceptaré tus reglas. Te regalaré caricias cuando las pidas, y sonrisas cuando no lo hagas. Te diré que te quiero cada vez que lo sienta dentro del pecho. Porque soy poco amiga de las frases vacías. Y porque cuando quiero, me dejo la piel en ello. Ya me da igual si sale bien o no, no ganaré si no arriesgo, y lo sé, lo he aprendido. Y espero aprender mil cosas más a tu lado. Y si me sigues el ritmo, llegaremos hasta lugares en los que nadie estuvo nunca. Aunque tal vez sea yo la que no aguante tu ritmo y me pare. Sea como sea, solo el tiempo lo dirá.
Y mientras pasa, para dejar que lo haga a su ritmo, me perderé otra vez en esos ojos azules, naranjas y verdes que me enamoraron, y lo siguen haciendo.