Estará en otros labios ahora. Lo sé. No puedo evitar sentir celos. Ella, en otros dedos, y yo, en la soledad, deseando que vuelva. Se que es inútil buscarla. Nadie nunca la ha encontrado si ella no quiere que lo hagan. Sé dónde puede estar, por supuesto. Ha seducido a muchos a lo largo de los siglos. A unos en el tiempo que dura un beso. A otros en una noche de luna llena. Ha aparecido en el ronco vaivén de las olas de un mar. En las lágrimas de un poeta. Ha estado siempre cerca de las risas más sinceras, de los dolores más duros.
Y aunque se que es inútil esperar a que regrese, lo hago. Porque se que no puedo vivir sin ella. Y la espero, sin miedo, porque se que tarde o temprano volverá. Porque sabe que la necesito. Y se que regresará y hará que me levante de la cama y sonría. Que volverá a llenar el vacío que dejó al marcharse. Que todo parecerá ir mejor si está conmigo, porque incluso los problemas serán bellos con ella.
Y sé que se irá después. Otra vez, sin avisar, como la amante infiel que es. Y sé que me quedaré aquí, esperándola, como el poeta enamorado de ella que probablemente fui.
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