Cuando te fuiste,
dejaste tormentas tras de ti,
dejaste noches sin dormir;
mi cama vacía,
tu olor en la almohada
(y un corazón partido en trozos afilados,
que se me clavaban en el pecho al respirar).
Cuando te fuiste, era otoño.
Y cuando llegó el invierno,
pensé que nunca iba a acabar.
Pensé que todo era un desastre,
Un error, el peor desenlace
(para una histeria de amor
que llevaba tiempo sin funcionar)
Cuando te fuiste
te llevaste tu cepillo de dientes,
las caricias por las noches
y mis ganas de seguir hacia adelante.
No me dí cuenta de que, cuando te fuiste
también te llevaste los malos momentos,
las lágrimas, las discusiones, las frases
(esas que nos hacían peores
y nos quitaban las ganas).
Cuando te fuiste,
al principio no entendí
que al irte tu también se iban los reproches,
que nadie me haría sentir sola por la noche,
que tristeza y apatía se iban de tu mano,
y que ya no nos haríamos más daño.
Cuando te fuiste, me costó ver
que al irte tú, volvía yo.
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