martes, 3 de julio de 2012
Campanilla
Todos sabemos que Campanilla estaba enamorada de Peter Pan. Y precisamente por eso era feliz. ¿Cómo no serlo? No importaba dónde fueran en sus pequeñas excursiones nocturnas, siempre tenían un mundo al que regresar: Solo tenían que buscar la segunda estrella a la derecha, y seguir en linea recta hasta el amanecer. Cada día ambos sobrevolaban los bosques y los mares de Nunca Jamás, sin otra preocupación que la de sonreir. Cada noche al regresar a su cama, Campanilla miraba con ternura a Peter hasta que éste se dormía, y luego, con cuidado de no despertarlo, se acurrucaba en el hueco que quedaba entre su oreja y el cuello, y se dormía echa un ovillo, escuchando su respiración. Era todo lo feliz que podía ser. Y como todos los enamorados, pensaba que esa felicidad iba a ser eterna: Él nunca crecería, y ella no tendría que apartarse de su lado jamás.
Por eso podéis imaginaros que a la pequeña criatura se le cayó el mundo encima cuando Peter dijo un día: "Campanilla, cuando sea mayor, ¿tu serás amiga de mis hijos?". ¿Ser mayor? ¿Hijos? Campanilla murmuró una respuesta evasiva y voló lejos. ¿Ser mayor? Lloraba amargamente. Todos sabían que cuando un niño se hace mayor, deja de creer el los seres mágicos, y entonces su hada muere. Él tenía que saberlo. ¿Por qué entonces la hacía esa pregunta? La respuesta apareció cuando vió a Wendy. Vió como Peter la miraba mientras trataba de enseñarla a volar y comprendió todo. Él también estaba enamorado. Y lo que era peor: se hacía mayor.
Aquella noche Peter regresó con Campanilla. Ella se acostó, y el viento la acercó una conversación ajena:
- Oh, Wendy, tienes que conocer a Campanilla, hoy estaba un poco rara, pero seguro que no es nada, os llevareis genial!- la voz de Peter parecía ilusionada.
-¿Quién es Campanilla?- preguntó Wendy con voz aterciopelada. Sonaba tan cruelmente adulta que Campanilla tuvo que echarse a llorar.
- Es mi hada.- contestó él con naturalidad.
- Vaya tontería, todo el mundo sabe que las hadas no existen, Peter.- rió Wendy.
Campanilla sintió que su luz comenzaba a apagarse. Todos sabemos también que cuando un niño dice que las hadas no existen, muere la que esté más cerca.
- Tal vez tengas razón- contestó Peter turbado.
Aquello fue demasiado para Campanilla. Notaba que la faltaba el aire. Abrió los ojos y vió que Muerte se acercaba despacio y abría los brazos hacia ella.
Y Campanilla, harta de tal sinsentido, se dejó abrazar.
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