Ella quería un poeta.
Un hombre que llamara a su puerta con rosas cuando no
hubiera nada que celebrar. Que la conociera como un amigo, la cuidara como un
hermano, y la amase como un compañero. Un poeta. Un cazador de sentimientos,
que los encerrase en palabras, y se los susurrara de noche, cuando ella no
pudiera dormir. Ella, que solo pedía un poeta. Alguien que también supiera
afinar su cuerpo para tocar en el las más bellas melodías, pues todo el mundo
sabe que los poetas aman la música. Que pudiera desnudar sus miedos más
profundos con solo una mirada. Que la ayudara a entender las cosas que fingía
que no importaban, pero la quitaban el sueño por las noches. Que saliera con
ella a perseguir estrellas. Que la hiciera reír, y que entendiera que cuando se
quedaba callada, mirando a un punto fijo, estaba llorando. Aunque no hubiera
lágrimas en sus mejillas. Alguien que cogiera su corazón roto, y lo arreglara
poquito a poco, con sonrisas, y confianza. Dándole la importancia que merecía.
Solo un poeta. Que dejara las ventanas abiertas, para salir a pasear por las
nubes. Que la dedicara canciones, y la sorprendiera cada día. Que la abrazase
cuando lo necesitara, y la dijera que todo iba a ir bien. Que no la creyera
cuando dijera “No me pasa nada”, mientras sus ojos gritasen lo contrario.
Ella quería un poeta.
Un poeta que hiciera un nido en un árbol, y la enseñara a
volar.
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