lunes, 8 de octubre de 2012

Un poeta.


Ella quería un poeta.
Un hombre que llamara a su puerta con rosas cuando no hubiera nada que celebrar. Que la conociera como un amigo, la cuidara como un hermano, y la amase como un compañero. Un poeta. Un cazador de sentimientos, que los encerrase en palabras, y se los susurrara de noche, cuando ella no pudiera dormir. Ella, que solo pedía un poeta. Alguien que también supiera afinar su cuerpo para tocar en el las más bellas melodías, pues todo el mundo sabe que los poetas aman la música. Que pudiera desnudar sus miedos más profundos con solo una mirada. Que la ayudara a entender las cosas que fingía que no importaban, pero la quitaban el sueño por las noches. Que saliera con ella a perseguir estrellas. Que la hiciera reír, y que entendiera que cuando se quedaba callada, mirando a un punto fijo, estaba llorando. Aunque no hubiera lágrimas en sus mejillas. Alguien que cogiera su corazón roto, y lo arreglara poquito a poco, con sonrisas, y confianza. Dándole la importancia que merecía. Solo un poeta. Que dejara las ventanas abiertas, para salir a pasear por las nubes. Que la dedicara canciones, y la sorprendiera cada día. Que la abrazase cuando lo necesitara, y la dijera que todo iba a ir bien. Que no la creyera cuando dijera “No me pasa nada”, mientras sus ojos gritasen lo contrario.
Ella quería un poeta.
Un poeta que hiciera un nido en un árbol, y la enseñara a volar.

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