La atracción gravitatoria se define como la consecuencia de
la interacción de dos masas en una distancia específica. En este caso, la distancia es la equivalente al
espacio en el que un susurro es audible en un bar lleno de gente.
Así, las grandes masas ejercen un efecto gravitatorio sobre
las pequeñas. Esta es la razón por la
que cuerpos celestes como sus ojos, que he de aclarar que no son grandes sino
inmensos, son capaces de atraer y
mantener a otros cuerpos, como el mío.
Cuando disminuye la distancia, la atracción gravitacional
incrementa hasta el punto en el que soy incapaz de dejar de mirarle, y la gravedad añadida de su voz, que no es tan
grave, hace que sea físicamente imposible establecer una trayectoria opuesta a
la suya.
Por el contrario, al incrementar la distancia entre los
cuerpos, la fuerza de la gravedad va disminuyendo hasta que dejan de sentirse
sus efectos.
Así que ahora que estamos lejos me iré olvidando nanómetro a
nanómetro de cada micra de su rostro, y huiré a la deriva hasta encontrar otros
ojos en los que orbitar.
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