Concentración. Ternura y firmeza en los movimientos. Suavidad y decisión. Presión. Pasión. Levantas la mano con suavidad. Repasas los movimientos anteriores: desde tus pies, perfectamente alineados, hasta tu cadera, totalmente recta, y perpendicular al suelo. La espalda recta,y el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, nunca hacia atrás. Cabeza girada, mirando atentamente al objetivo. Nunca pierdes esa visión. Es lo unico que importa. Tienes el brazo deracho tenso. Sientes la presión en todos los musculos, y la sangre golpeando cada vena que surca tu brazo. Llevas la otra mano hacia tu cara, tensando la cuerda. Como una leve caricia, la colocas bajo tu mentón. Tiras un poco mas, haciendo fuerza con la espalda, nunca con los hombros. De repente, la cuerda deja de tocar tus dedos, y la flecha sale disparada hacia su objetivo; la diana. A su vez, la mano que antes la sujetaba se ha colocado lentamente sobre tu nuca.
No sabes donde ha impactado la flecha, da lo mismo.
Lo has sentido, has sentido la fuerza del arco al perder el contacto, el brazo manteniendo la posición. Lo has logrado y sientes que el orgullo te invade. Sonries.
Ninguna sensación es equiparable a la de un tiro perfecto.
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