Si me preguntases ahora mismo que por que lloro no sabría muy bien que contestarte.
Probablemente te diría que porque tengo miedo. Tu preguntarías entonces que miedo de qué. Y yo no sería capaz de contarte sin derrumbarme que a lo que tengo miedo es a perderte, y contigo perder todo lo que has logrado en mi.
Sería incapaz, por ejemplo, de no morir mientras te digo que me dan un miedo terrible estos tres meses sin besarte. Que no soporto la idea de que la distancia influya en lo que sentimos. De que esto se apague. Ni un poco ni un mucho. No quiero. Y me da un miedo atroz que pase. Tal vez debería ser menos niña y más mujer, entender que todo va a ir bien, y que 90 días no son el fin del mundo. Pero no lo soy. Y eso me lleva a otro miedo.
Tengo miedo de no ser suficiente. No solo para tí, que también, me angustia no llegar estar a la altura de lo que buscas, no poderte dar lo que necesitas o esperas. Lo que te mereces. Pero también tengo miedo de no valer para nada. De ser mediocre en lo que se supone que debería ser buena. De salir ahí fuera, y descubrir que el mundo es mucho peor de lo que me imaginaba. Tengo miedo de no ser capaz de vivir de lo que amo. Miedo de que esta incertidumbre dure para siempre.
Y es que tengo miedo a los cambios. Siempre lo he tenido. Y ahora más aún, porque tengo miedo de que esos cambios me alejen de ti, de que nos lleven en direcciones opuestas. Miedo porque parte de estos cambios escapan a mi alcance, y no soy responsable ni causa de ellos. Por tanto no se como enfrentarme a ellos. Tengo la sensación de que me quedan miles de cosas que vivir de tu mano. Millones. Y tengo mucho miedo de que no lleguen nunca, y de que yo no pueda hacer nada para evitarlo.
Tengo miedo de mi misma, tumbada, llorando, sin saber que hacer. Tengo miedo de que tu ausencia me convierta el algo que había dejado de lado. Miedo de que la sonrisa que has grabado en mi cara, desaparezca y se pierda, junto a tu ropa, en tu maleta.
Por temer, también temo a lo que siento. A estar enamorada como jamás lo había estado. A estarlo de verdad. Y a que por eso me duela más. Tengo miedo de que seas uno de los pilares en los que se sustenta mi felicidad, y que la dejes tres meses balanceándose a su suerte, y pudiendo caer.
Tengo miedo a tener que sonreír mientras te beso y te digo que disfrutes tus tres meses de inglés constante lejos de mis brazos.
Porque no voy a ser capaz de hacerlo sin llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario