Hace tiempo que no me dedico un rato a mi misma. A lo que pienso. A lo que siento.
Me he dado cuenta de que han cambiado muchas cosas. Y de que aún quedan muchas otras por cambiar. Y que no tengo ni idea de lo que va a ser de mí dentro de unos meses.
Tengo la sensación de que se me ha pasado el tiempo. Como cuando preparas el examen a unas horas de tenerlo, y sientes que deberías haber empezado semanas antes. Tengo miedo de suspender la asignatura de vivir. De no ser capaz de afrontar lo que me viene por delante. Desde esos tres meses sin sus ojos, y todo lo que vendrá después, hasta las decisiones que condicionarán mi vida.
No sé que quiero hacer. Me he acostumbrado tanto a la realidad idílica que estoy viviendo, que tengo miedo de que de repente se acabe la racha de buena suerte. Tengo miedo del adiós. De despedirme de la ciudad, la familia, y los amigos que se quedan atrás. Me apena no poder seguir conociendo a la gente que parece merecer tanto la pena. Y distanciarme de aquellos que siempre han estado ahí.
Tengo miedo del cambio, de no saber desenvolverme fuera de mi mundo, de no dar la talla. De no ser lo que se espera que sea. Tengo miedo de que los hasta luego se conviertan en hasta siempre. Miedo. Miedo de sentir y de que duela. Miedo de arriesgar, porque igual ya no me toca seguir ganando. Y lo sé, se que debería vivir en el presente, pero es que el futuro es ineludible. Paralizaría el tiempo. Viviría eternamente entre abrazos y pinceles. Pero no puedo hacerlo. Y en parte eso también me da miedo.
Me da miedo enfrentarme al mundo, porque he visto como puede llegar a ser.
Y me da miedo, sobre todo, volver a tener miedo.
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